Dos certezasDos certezas tenía Mike en el 92, año de su radicación porteña. Primero, claro, la cosa esa de la intuición, el éxito, etc. La otra eran los 150 pesos mensuales que su padre le mandaba para pagar una pensión. Ahí cenaba una feta de queso, se sacaba las cucarachas de la cara y se despreocupaba. La fe absoluta hacía el resto. Por lo demás, no tenía una sola idea.
–No tenía siquiera un título de nada, no cazo nada de nada, ¿de qué te voy a hablar? ¿De gastronomía? No puedo. Puedo chamuyar de música y ya no tanto, soy sólo pop de los 80.
Una vez por mes, con tres pesos en el bolsillo, recorría los playones de camiones de Parque Patricios buscando uno que fuera a Mendoza, y así, cebando mates a camioneros solidarios hizo decenas de veces el trayecto hasta que las cosas comenzaron a mejorar.
Un día, ya estaba viajando en micro.
El plan estaba lejos todavía pero algo empezaba a moverse.
El segundo día en la pensión, buscando en los clasificados leyó: "Modelo. Buena presencia para desfiles. Presentarse hoy en el Hotel Bauen". Le dijeron que estaba bien, que tenía pinta, que se parecía a Alberto Mazzini y que empezaba a desfilar al día siguiente. “Después me enteré de que tenés que vender entradas porque si no, no desfilás. Pero yo era de Mendoza no tenía ni un puto contacto... Era como el más bonito, yo y dos más, y me dijeron ‘bueno, desfilá’."
El destino o lo que fuere, empezaba a jugar a favor. En ese desfile conoció a su primera novia.
–Vivía en Acassuso, en un piso. Yo nunca había estado en un piso 11, encima un piso entero. Para mí un departamento era un tres ambientes, esto era una casa… una casa arriba.
Y así fue como comenzó su predestinado camino. Con una novia de Acassuso, tirando cables en el programa Bazar, del cable, y disfrazado de paquete de Chocolino. Y del perro de los zapatos Hush Puppies en Unicenter, con dos chicas vestidas a lo Sara Kay y él saludando a los chicos.
–El plan comenzaba a cumplirse y vos sentías como una impunidad para hacer cosas.
–Claro. Siempre fui humilde, cara de buenito, de "me vine de Mendoza". Todo eso es impunidad. Te agarran en la calle y "no mire, soy de Mendoza", o "disculpame no tengo plata, dejame pasar, soy de Mendoza". "Bueno, pasá".
El destino, esa palabra guía en su vida, le tenía preparada otra sorpresa. El hermano varón que no le habían dado sus padres. Un mendocino de dinero que vino a estudiar a la UADE y de quien se hizo inseparable. Ahí comenzaron los tragos en el Hyatt, las cenas en el Alvear, los partidos de polo.
–La pensión y el Alvear, ese contraste es mi vida. Del barrio y la acequia de Maipú, del baldío a un partido de polo; horrible el polo, me aburre, pero bueno, es así. Es lo que me pasa ahora como artista, Todo lo que hago es así, hago humor, pero ya no, ya está. Me pongo la pollera, ya no me pongo la pollera. Y no es para lavar lo que fui, todo todo eso sirve para lo que hago.
En el año 2000, cuando a la carrera de Mike comienza a sucederle algo parecido a un comienzo de consolidación, el amigo mendocino rico se casó y se fue a vivir a Estados Unidos. Su trabajo ya estaba hecho.
–Y el mío también, imaginate: un tipo al que nunca le faltó nada. Y estaba con un ciruja. Yo le decía: "*$##?¡, vivo con dos pesos y a vos te dan dos tarjetas doradas ¡y te quejás! ¡*$##?¡!” Era la otra parte que nos faltaba. A él y a mí.
Llegó el reconocimiento, tal lo esperado. Llegó el éxito, y con él, las tapas de revista y todos husmeando en la vida de la estrella. Y entonces Mike habló, habló y dio entrevistas y es el muchacho del momento y vienen los fans que mandan mails calentorros y Mike se divierte y dice cosas como "llegué a vivir con una mina para que me pagara la comida y la luz".
La chica, si hoy lee esa entrevista, debe sentirse un poco mal. ¿O habrá estado todo claro?
–Eso que dijiste, ¿fue tanto así o algo, un poquito al menos, la querías?
Por primera vez en toda la charla, Mike Amigorena se toma un respiro. Cierra los ojos. ¿Será un silencio de verdad o está comprando al periodista, haciéndole creer que va a escuchar una revelación inédita?
–En realidad –dice y hay otra pausa– en realidad no viví con una mina para eso. Pero…sí, salí un tiempo, no sé, garchábamos. No fue largo el período, igual. No…–sonríe, remueve con la cucharita el pocillo vacío, mira hacia la vereda– , no se puede sostener –y todo lo que dice de ahora en más lo dice de un tirón, como para no volver a hablar del asunto–, no se puede sostener, eso estaba claro. No, no, no. No lo pude hacer, no podría haber dormido. Fui claro y le dije: "Mirá, yo de vos no me voy a enamorar, ni ahora ni nunca". Fue una daga. Cómo será que no me sale ni decirlo ahora. ¿Enamorado? No, no. Y sí, pagaba todo, me tiraba unos pesos.
La negación–Da la impresión de que todo lo hacés para cumplir un mapa ya preestablecido, siempre impulsado por el deseo ¿hay algo que no quieras hacer y hacés?
–Trabajar. Trabajar. Es una paradoja. A mí lo que me gusta es no tener compromisos y para hacer eso, tenés que trabajar. Y trabajar de lo que a mí me gusta, está bueno pero no quiero. Me gustaría trabajar poco, me gustaría ir al gimnasio, aprender
piano, hacer camping, paracaidismo, buceo, ir al spa, comer, comer, comer, pero para hacer todo eso, tenés que laburar. Entonces soy muy disciplinado. Soy un pájaro, desde que soy así de chiquito. Los maestros le decían a mi mamá: "Mire, su hijo es brillante cuando quiere pero muchas, muchas veces no quiere".
–Y este asunto de seguir a rajatabla tu intuición, ¿qué problemas te trajo, si es que te trajo alguno?
–Y, la negación. A veces se te cae un edificio y no lo ves, está bueno verlo de joven. Yo casi no hice terapia, dicen que con la terapia lo vas limando. Hay que aprender que uno es como es por esto, por esto y por esto. Hasta los 23, 24 años, negaba muchas cosas.
–¿Qué negabas?
–La existencia de los otros. No perderlos de vista. La pareja. Esa seguridad de que te hablo te da un poder y una debilidad por otro lado. Esa debilidad te puede dejar solo. Por eso ahora a mí no me afecta nada. Nada me tumba, ni la pérdida. Si me doy cuenta, me rectifico al toque, no me preguntes cómo. Pero bueno, fue doloroso para otras personas que tuvieron que decirme: "*$##?¡, ponete en mi lugar". Ahora no hago nada que involucre o perjudique al otro, antes me importaba un huevo el otro.
–Has recibido unas buenas cachetadas de los que te dijeron: "Che, estoy acá, no me ignores".
–Claro. El "¿quién te pensás que sos?"
–Y hoy ¿quién te pensás que sos?
–Un artista, un entretenedor.
–Convencido de que todo lo que tiene se lo merece.
–Claro, por el trabajo que vengo haciendo. Todo lo que tengo, mínimo, me lo merezco. Pero si se corta, me repongo. Tenía cero problema cuando no tenía qué comer, y era igual, así como me ves ahora. Me lo merezco, soy un rey. Ya me van a sacar el cetro en cualquier momento, por eso ahora lo disfruto, pero sé muy bien que no es eterno.
–En este trayecto habrás visto gente impresionante y gente que daba impresión.
–No tengo recuerdos de gente de *$##?¡, porque la huelo o no sé, pero no me topo con gente de *$##?¡; o no me doy cuenta.
–No te creo. ¿Incluso trabajando en televisión?
Otro silencio, otra vez la cucharita girando en el vacío.
–Bueno, para la televisión tengo un antivirus, si no estoy frito. Si yo quiero ser como soy, estoy frito, me muero, me quedo solo, me sale una úlcera. Hay una mediación constante para trabajar en televisión. Tenés que ser mediador entre vos y la televisión.
–¿Cómo lo aprendiste?
–Por la adaptación que me tocó en la pensión. Comía la fetita, pero tenés que tener una cabeza para decir ¿qué hago?, ¿Me vuelvo a Mendoza?
–¿Fue una tentación volver?
–No, jamás. Me adapté, que es lo que me pasa ahora con el éxito. Me adapté y también me puedo adaptar a la pérdida, al "se acabó". No me planifico porque ya estoy hecho. Ya está. Vendrá otro Pells, o no. Pero sí voy a tratar toda la vida de cautivar, algunas veces lo lograré y otras veces no.
–¿Y nunca tuviste un plan B, por si todo esto se caía?
–Alguna vez pensé en ir a arreglar motos a Amsterdam, porque ya empezaba a ver cómo era el medio. Eso de que digan: "Sí. ¿De parte de Mike Amigorena? No, decile que no estoy". Me decían eso y me desesperaba, porque yo sabía que tenía que hacerlo pero me preguntaba ¿cómo hago? ¿Qué hay que hacer? ¿Por dónde se empieza? Hoy me topo con las personas que se hacían negar cuando las llamaba y bajan la cabeza. Y pienso: "¿Sabés qué? Sos un queso, no sos nada, te lo perdiste”. Y ya me olvidé y hay indiferencia. No soy rencoroso por mucho tiempo.
El regresoHace veinte años no podía caminar por Maipú. Lo buscaban por ladrón de pasacasetes. Hoy tampoco puede caminar, pero por otros motivos.
–La gente me recibe con lágrimas en los ojos. Esto fue muy reciente. El intendente de Maipú me invitó a desayunar en la municipalidad. Estaban todos en su comitiva, los secretarios, no sé. ¡Y el tipo se me largó a llorar!¡Toda la comitiva llorando! Y yo diciendo: "¡Bueno, Ernesto, bueno!" Y él que me decía "para nosotros es muy fuerte". Ahora hago algunos PNT en donde nombro a Maipú y se vuelven locos.
–El tipo por el que no daban dos pesos.
–Ni por mí ni por Maipú.
–¿Usaste en esta entrevista algunas de las respuestas ensayadas en Maipú, frente al espejo del baño?
–Sí, más de una. Pero sólo las que eran en castellano.
–El plan se está cumpliendo entonces.
–No podía ser de otra manera.